jueves, 26 de febrero de 2009

Mickey Rourke vuelve a atacar

Como cuando era niño. Fui al cine y me eché dos películas de corridito. Al terminar de ver una, pegué la carrera a la dulcería a comprar una chapata pues eran horas de la comida. La señorita se tardó horas en preparármela, horas; así que cuando entré a la sala donde exhibían “El Luchador”, resulta que ya había comenzado. Qué coraje me dio. Con lo que me choca entrar al cine cuando ya está comenzada la película. Pero poco me duró el coraje cuando vi a Mickey Rourke después de varios años que no lo miraba. ¿Serían diez, quince? Casi no lo reconocí. Qué rostro tan raro, de nariz operadísima y greñas largas, oxigenadas, hasta los hombro; parecía una vestida sin vestido ni maquillaje. Buenísimo, eso sí, y de tatuajes naturales en algunas partes de su turgente cuerpo. No había caracterización, era el mismísmo Mickey Rourke. Ese aspecto altamente friky iba muy bien con el papel que le toca interpretar en esta película de Darren Aronofsky; sí, el director de “Pi” y “Réquiem por un sueño.” Randy, el personaje de Rourke, es un luchador cuyos momentos de gloria los tuvo en los años ochenta y sigue en activo en época actual, pero un ataque al corazón lo lleva al hospital; y, al salir de él, se pone a buscar chambas y las consigue, aunque nada tienen que ver con su verdadera vocación: la lucha libre. Se mete a trabajar en un súper, en el área de carnes frías, y su frustración va en aumento. Se aficiona a una teibolera, Pam, cuyo nombre de batalla es Cassidy (Marisa Tomei, ¡espléndida, coño!), que también como Randy, está pasada de años, y con los apuros grandes de una madre soltera. Randy también tiene una hija, pero que él no la crió; y la abandonó por mucho tiempo. En esos días de convalecencia, le da por la introspección y busca a la hija para ganársela y llevársela bien con ella. Mientras yo veía la película, pensaba: ¿En dónde acaba Mickey Rourke y dónde comienza Randy? La vida de Randy se parecía tanto a la de Rourke. Luego de una vida en la que se metió drogas, se dedicó al boxeo y ¡utilizó a su esposa cual punching bag!, ¡Mickey, por Dios!, cosa que lo llevó a los tribunales y a ausentarse de la pantalla por su comportamiento agresivo y caprichoso, Mickey Rourke vuelve a darnos uno de sus trabajos más memorables. Mickey se da un segundo chance con "El Luchador", así como Randy luego de su infarto. Harto de su chamba como empleado del súper, Randy regresa al ring a pesar del peligro que le advirtió el doctor. Y el discurso que se echa Randy sobre la importancia de ejercer su arte en la lona, debió de ser el mismo de Rourke que pensó poco antes de regresar a los estudios, un discurso que le sale no desde la técnica Stanislavskyana, sino desde las entrañas del mismísimo Mickey. En ese momento, el espectador cae en la cuenta de que la película no sólo nos muestra los entretelones de la lucha libre o la caída de una estrella (tema tan preciado a Hollywood) sino que es también una metáfora, una reflexión sobre la necesidad de ejercer el talento que trae todo artista. Hay que ser fieles y congruentes con esa vocación, y expresarla pese a todo.
“El Luchador” ganó el León de Oro a la mejor película y el premio al mejor actor. A Mickey no le dieron el Oscar, pero yo le doy mi corazón; je, je.

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