miércoles, 21 de mayo de 2008

El Hubiera sí existe

Prendí la tele justo cuando iniciaba una película. Me puse a verla porque en las imágenes iniciales apareció Rachel Griffiths, una actriz a quien le tengo mucho cariño porque sale en La boda de Muriel (1994), una peli australiana de mis favoritas. En esta, Rachel era la superamiga de la looser, gorda y gris Muriel, interpretada por Toni Collette, de la que también soy fan desde entonces.
La película de la que hoy hablo se llama Me, mysel, I (1999), escrita y dirigida por Pip Karmel y la historia es la siguiente: Pamela (Rachel Griffiths) es una mujer de edad cercana a la treintena. Soltera y desdichada, pues el sueño de agarrar marido se tarda mucho en hacerse realidad. Tiene un buen trabajo, sus amigos la quieren, incluso le hacen una fiesta sorpresa, pero ella no es feliz. Algo y mucho le falta para sentirse una mujer autosuficiente, triunfadora, casada y feliz. Sus rituales metafísicos poco le ayudan. En la pared de su casa, con ayuda de fotos de revistas, ha hecho un mapa del tesoro, aquel que tanto recomiendan los talleristas de cursos de autoayuda para lograr el éxito. Vemos mensajes, decretos en pedazos de papel para programar al cerebro y así realizar lo que se desea. Ella dice los decretos en voz alta mientras hace sus tareas dométicas antes de salir de casa para ir a su trabajo. Sin embargo, una aciaga noche se desploma; no quiere más vivir. Está resuelta a acabar de tajo con la solterona Pam. Se mete desnuda y llena agua la tina de baño; se mete en ella y acciona la secadora de pelo. La va a meter al agua. Y hubiera muerto electrocutada si no se hubiera ido la luz. En una ocasión, revisando sus fotos personales, se encuentra con la foto de Robert Dickson, (David Roberts) y se pregunta: “¿Qué habrás sido de Dickson? Era muy guapo y solvente. ¿Se habrá casado? ¿Qué hubiera pasado si yo le hubiera dado el sí cuando me pidió matrimonio?” Y, esta, creo yo es la frase que sostiene la película: “¿Y si hubiera hecho tal cosa, hubiera cambiado mi fortuna?” Y uno le puede contestar: “El hubiera no existe, querida Pam.” ¡Pero en el cine sí! En el cine el “hubiera” sí existe. A Pamela, poco después de haber visto sus fotos, la atropella un auto. Y resulta que la conductora es nada más ni nada menos que ella misma. Ellamisma se la lleva a su casa. Y resulta que Ellamisma está casada con el dichoso Robert Dickson. Ellamisma desaparece y la deja enmedio de una escenografía totalmente ajena a Pamela, pero Pamela como es el mismo retrato de Ellamisma, pues tiene que asumir de ahora en adelante la vida de Ellamisma. En manos de otro guionista, a partir de este momento, la historia hubiera agarrado el tono de comedia de situaciones equívocas y chusconas. Pero no es así. El espectador junto con Pamela visitan una familia australiana, clase media, de mucho confort y sosísima. Resulta que Pamela ahora tiene que hacerse cargo de dos niñas y un niño. Todos unos higaditos. Y el marido es un tipo exitoso, pero no presta la mínima atención a su esposa. Pamela tiene que hacerse cargo de la casa y buscarse un amante porque su esposo, el tal Robert por quien sentía nostalgia, no se la coge. Pasan muchos asuntos en este viaje al País del Hubiera y poco caso tiene que las escriba. Pero uno saca la siguiente conclusión: No hay que lamentarnos por decisiones que no hicimos. En la realidad el hubiera no existe. Lo mejor está en el ahorita y aquí, con todo y sus consecuencias.

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