lunes, 15 de septiembre de 2008

MAMMA MIA!

Salí de Palma Gorda con dirección al puerto de Acapulco para asistir al estreno de Mamma mía!; empujado por la promoción que recibí por Internet, llegué puntual a la taquilla de los cines de la Gran Plaza. Pensé que aquello iba a estar cundido; pero no había ni un alma; no hice cola. A nadie le interesa Abba, salvo a mí, eso pensé. Ya desde mis tiempos universitarios, allá en los ochenta, tarareaba las canciones de ABBA a escondidas de mis amigos, pues ABBa, en la Facultad, estaba asociado con lo fresón. Ni modo, siempre he sido fresa. Total que al pedir mi ticket, la señorita me aclaró que la peli estaba doblada al español. “¡Pero qué atrevimiento, señorita; ni que estuviéramos en España!” La taquillera levantó los hombros y añadió que las canciones sí estaban en inglés. “¡Pues peor aún, le dije, eso va a ser un perfecto champurrado!” Di media vuelta y pegué la carrera a los cines de Galerías Diana; en el periódico El Sur decía que allí la estaban exhibiendo con subtítulos. Sólo había que esperar dos horas, pues llegué en un momento en que la película ya estaba muy avanzada y nunca me ha gustado entrar a la sala cuando la peli ya comenzó. Maté el tiempo entre una bebida en el Starbucks y una visita a Mix up.
La función comenzó a las 4:40 y mi corazón comenzó a brincar. Pero muy pronto mi corazón se normalizó y mi ánimo sufrió una ligera decepción. La película me pareció un pastel de quinceñera: poco pan y mucho merengue hasta el vómito. ¡Cuánta cursilería! Bueno, pero tampoco me pelée conmigo mismo. Me dije: ¿Y qué, esperabas una pieza dramática, una tragedia con las canciones de ABBA? Así que le bajé de huevos a mi mamonería y me puse blandito. La película se dejó ver; gracias a las locaciones: una hermosa isla en medio del mar griego. Allí, en la punta de un peñasco, se encuentra el hotel de Donna (Meryl Streep), quien vive con su hija Sophie (Amanda Seyfried). Donna es madre soltera; ella se hizo cargo de su hija todo el tiempo. Y llega el momento en que la chamaca tiene veinte años y se va a casar. Sophie sueña con que su padre la entregue al altar. Así que, gracias al diario de su madre, descubre que son tres sus posibles padres, y los convoca. Así de fácil, los tres, a pesar de que uno vive en Inglaterra; otro, en Estados Unidos, y otro en Australia, van a la hermosa isla griega. Ellos son Sam (Pierce Brosnan), Harry (Colin Firth) y Bill (Stellan Skarsgård) Poco antes de que lleguen los señores, también se presentan al lugar las tres amigas de Donna: Rosie (Julie Walters) y Tanya (Christine Baranski), con quienes tuvo un grupo musical que se llamó “Donna & the dynamos". Poquito después, llegarán los tres posibles papás de la Sophie, pero ella los esconde para que haya cierta tensión en el guión; finalmente, Donna los descubre, y se azota al ritmo de Chiquitita, interpretada por sus amigas. Total que, para no hacer esta reseña larga, nunca descubrimos quien es el papá de la chamaca. Pues ella llegará a la conclusión de que los quiere a los tres y se merece a los tres como padres. Por cierto, uno de ellos deja en claro que prefiere más a los chavos que a las señoras. Y gran final con harto baile, música, y fuegos artificiales con toda la compañía.
El mérito de la película lo hallé en las locaciones, y en Meryl Streep, claro; los seguidores de la actriz la seguiremos amando. Ella nunca traiciona a su público; siempre seduce y nos sorprende. ¿Qué cosa ha hecho mal en su carrera? Nada. No en balde ha tenido catorce nominaciones al Oscar a lo largo de toda su carrera. Aquí baila y canta, y lo hace muy bien. Incluso, su interpretación de “The winner takes it all”, me conmovió. Somewhere deep inside you must know I miss you but what can I say rules must be obeyed. La canción la usa como apoyo para reprocharle a uno de sus galanes la forma en que la abandonó. Y de su garganta brota la letra de The winner con tal sentimiento y enjundia que me vino a la cabeza la Callas en Tosca o a Lola Beltrán cantando Paloma Negra, que dicho sea de paso, la Streep no cantaría mal las rancheras. En esta escena del reclamo, pensé: Una de dos: O Donna se va a lanzar al mar desde el acantilado en que se encuentra o le asestará un golpe a los huevecillos de Pierce Brosnan. No fue ni uno ni lo otro. Pero sí consiguió aguarme los ojos, a punto del llanto. Es el único momento en el que me sentí involucrado.
Arribita escribí que la Streep baila muy bien; pero lo cierto es que bailes hay muy pocos. La coreografía no dista mucho de las tablas gimnásticas que un profesor de secundaria monta con sus alumnos. Todos avanzan monte abajo o monte arriba con las manos abiertas formando una “V”. ¿Es eso un musical? Nada es como antes, caray. En ese momento sentí nostalgia por “Cantando bajo la lluvia”, “Cabaret” o, para no ir tan lejos, “Chicago”.
Total que regresé a Palma Gorda empalagado por tanto merengue. Sin embargo, fue bueno ir a verla. Aquellos que apenas están conociendo a ABBa, la disfrutarán. Los que ya, les traerán gratos recuerdos.

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